26.8.06

Reseñas: Perros Hambrientos

Perros Hambrientos, de Jack Kirby (agosto de 2006, Planeta de Agostini). 62 páginas. PVP: 6,95 euros.

Jack Kirby culminó su saga del Cuarto Mundo más de una década después de que se cancelasen las series en las que desarrolló su epopeya. Ya estaba en la etapa final de su carrera y las novelas gráficas superheroicas aún no estaban asentadas en el mercado. Ese formato le daba la posibilidad de experimentar con páginas más anchas y de introducir amplias gamas de colores (que disfrutamos por primera vez en España), además de la oportunidad perfecta para terminar su historia. Sin embargo, el Rey no tenía muy claro el mensaje de su obra maestra y, como apuntan algunos articulistas, este hito de la ciencia-ficción no es sino un torrente de conceptos mitológicos y futuristas. En Perros Hambrientos, el tono de los diálogos alcanza un nivel de megalomanía poética similar al de los primeros episodios de Estela Plateada, sólo que los propósitos del dibujante parecen más confusos y ambiciosos. Asimismo, la acción contiene más dosis de violencia que de costumbre.

Comentaba Álvaro Pons el flaco favor de los entintadores con el trabajo de Kirby, que redondean los contornos de Darkseid hasta despojarle de ese halo tenebroso que le daba su creador, y estoy de acuerdo, pero sí me han gustado los pinceles multicolores de Theakston, Wray y Disposito. Nos habían privado de ellos en el Cuarto Mundo y ahora vienen como agua de mayo. ¡Por fin distinguimos los ojos azules del gobernante de Apokolips o el traje blanco de Lightray! Es un lujo poder disfrutar de una edición fiel a la original (la realización técnica va firmada por Fanhunter S.L.), y más con un tebeo de esta magnitud.

El argumento de Perros Hambrientos, narrado a modo de epílogo, retoma algunos personajes secundarios de la saga, como el rebelde Himón –cabecilla de los insurrectos de Apokolips-, Lonar y su caballo de batalla (que sólo había aparecido en complementos) o Esak, el discípulo corrupto de Metrón. Orión volverá a tomar un papel determinante en la consecución de la profecía, mientras crece su amor por Bekka (la hija de Himón) y se enfrenta a Micro-Mark, la tecnología más avanzada de Apokolips. Kirby se despide hablando de la conciencia de clase, del conflicto entre el hombre y las máquinas y del amor como respuesta a la guerra, temas poco habituales en el género que convierten a su autor en uno de los nombres más revolucionarios dentro de la historia del cómic.

18.8.06

Reseñas: El Escapista #4

Las Asombrosas Aventuras del Escapista #4, de varios autores (Planeta de Agostini, agosto de 2006). 80 páginas. PVP: 7,50 euros.

Hace poco hemos sabido que siguiente número de El Escapista aparecerá en el mes de noviembre (me niego a seguir llamando “novedad de octubre” a algo que no sale en las librerías hasta treinta días después). Y la contraportada del ejemplar que nos ocupa nos hace pensar en un momento boyante de la colección, pues se anuncia un enigmático volumen en formato prestigio… ¿No estarán pensando renumerar la serie, verdad? En cualquier caso, poca gente habrá podido resistirse a la brillantísima cubierta de John Cassaday, un falso reclamo si tenemos en cuenta la mediocre galería que se oculta al final del tomo.

Todas las historias del Escapista comparten una atmósfera extraña que nos traslada más allá de la simple anécdota que se cuenta. La presunta reedición del personaje fabulada por Michael Chabon sirve para mostrar diferentes perspectivas de Tom Mayflower, y este tomo nos trae de nuevo apuestas desiguales y alguna afortunada salida de tono.

El número se abre con El Escapista 2966, una aventura futurista de casi cuarenta páginas, con un ingenioso guión de Stuart Moore y unos dibujos horrendos de Steve Conley. En esa época, el protagonista figura junto a un gato-robot, un guiño hacia aquellas súper-mascotas de antaño. Los Plusmen requieren su ayuda después de que Robocomputador, Opto, Forj y Vap’r interfieran en su meditación. En realidad se trata de una emboscada para El Escapista que, por otro lado, está harto de huir de las trampas de la Cadena de Hierro. El episodio está plagado de curiosidades, como un cupón de descuento para el parque de atracciones paranoico de Nueva Jersey, o unos hilarantes flash-backs en los que vemos al personaje en situaciones de lo más insólitas.

Paul Hornschemeier entrega su segunda tira del Antiescapista, una divertida visión de nuestro héroe en un mundo al revés, donde Omar se llama Ramo, Big Al es el Pequeño Al y Mayflower no tiene ningún interés en salvar a nadie, es más, le encanta estar encerrado.

El niño que quería ser el Escapista es el relato más heterodoxo de la antología: desde los colores Hanna-Barbera y los ojillos a lo Jimmy Corrigan de Scott Morse hasta el alegato contra el maltrato infantil de Kevin McCarthy. La narración sólo se conecta con la serie a través de Plum Blossom, que ejerce de maestra, y de un crío que siente la necesidad de escapar de un entorno violento.

El volumen termina, en mi opinión, con la historieta más sobresaliente, una joya escrita y dibujada por Matt Kindt que se titula Reacción en cadena. Con su trazo imita el estilo de los tebeos de los años 50, incluyendo supuestas notas del editor en los márgenes (“Los pechos tienen que ser más grandes”). Sus retorcidos puntos de vista se combinan con las radiografías tan comunes de esa década –y ver gracias a la magia del cómic el interior de un maletero o un bolsillo, el corte transversal de una garganta-. Es una pena que sea tan breve y apenas podamos conocer al Saboteador, al abnegado artista que se revela contra su jefe o a la chica que pensaba hacer frente a la Cadena de Hierro.

7.8.06

Lectura veraniega: Macanudo

A algunos les ahuyentará ver un prólogo de Maitena en este libro de Mondadori (otra editorial que flirtea con el noveno arte), pero el único punto en común con Liniers es su procedencia argentina. Además, si usted fuera un dibujante que despunta en España, ¿no se sentiría halagado si un autor de éxito como Ibáñez le firmara un prefacio? En Macanudo hallamos un grafismo sencillo pero lleno de matices, ojos sin pupilas pero un tratamiento delicioso de las acuarelas. En estas tiras de La Nación tienen cabida chistes fáciles, viñetas ejemplares y momentos chispeantes. El autor debe profesar un gran amor por los animales, pues sus gags suelen estar protagonizados por pingüinos o insectos. Luego están personajes como Enriqueta, muy similar a Mafalda (la sombra de Quino es alargada entre compatriotas), su gato Fellini y Madariaga, un osito peluche que propiciará situaciones heredadas de Calvin & Hobbes. Sin duda, mis favoritos son Z-25 -el robot sensible- y los duendecillos de narices borrachas.

Lectura veraniega: Cuentos de la Estrella Legumbre

“He aquí la cruel burla del devenir humano. ¡Nubless Nilssen fue célebre sin proponérselo! ¿Por qué no me ocurre a mí, que tampoco pongo ningún empeño?”

La editorial Media Vaca imprimió el año pasado 3.000 ejemplares de Cuentos de la Estrella Legumbre. Y después de leerlo uno no sabe si alegrarse de que estas piedras preciosas se reserven sólo para unos pocos. Bajo el emblema de la colección Grandes y Pequeños, orientada al público adulto, este hermoso libro encuadernado en tela recopila todas las historietas que Javier Olivares fue publicando en diversos fanzines, desde el interesantísimo Krazy Comics hasta el más reciente Tos. Una obra -¿elitista?, ¿de culto?- a la que dedicó, con intermitencias, una década de trabajo, donde la experimentación y la poesía confluyen en 77 retazos maravillosos. Narraciones siniestras y retorcidas de alcance metafísico, plagadas a veces de símbolos freudianos, nombres rimbombantes (como Pedro Offenbach) y extravagantes ocupaciones. Descubrimos relatos herméticos, brillantes, en los que el autor muestra su debilidad por los juegos de palabras; un lenguaje vivo que lo acerca a las fórmulas del genial Pe Cas Cor. Hay colaboraciones estelares y otras menos afortunadas, así como gran variedad de registros y técnicas. Según avanza la serie en el tiempo, el estilo de Olivares se estiliza. Prueba con el expresionismo feísta, el cubismo, el collage y el caligrama.

Javier Olivares dignifica el medio y forma parte de ese nutrido contingente de dibujantes jóvenes que pronto estará causando sensación incluso fuera de nuestras fronteras.