27.5.08

Reseñas: El manual de mi mente

El manual de mi mente, de Paco Alcázar (Editorial Mondadori, mayo de 2008). 168 páginas. Color. PVP: 16,90 euros.

A mi juicio, lo más interesante de esta selección se encuentra en el material inédito de Paco Alcázar, así como en las páginas de “Mecanismo blanco”, recopilado aquí por primera vez –reconozco que no seguía “El Víbora”—. No obstante, algunas de las viñetas más inspiradas del artista gaditano se hallan en “Todo está perdido” y “Recto”, que Mondadori ha querido reeditar ahora (al igual que hizo recientemente con las planchas que Miguel Brieva dibujó para Doble Dosis… ¿Será Miguel B. Núñez el próximo autor antologado por la editorial?).

Sobresalen las colaboraciones de Alcázar para la publicación extranjera Blab!, en especial “Membrana”, una de sus historietas más largas hasta la fecha, donde además no hace uso de sus peculiares diálogos –ojalá ahonde en esa línea, aunque en el índice, de su puño y letra, apunte hacia todo lo contrario—. El homenaje a Clowes nunca había sido tan evidente como en esta compilación, en la que se incluyen retratos metamórficos y prólogos autobiográficos (dos elementos casi constantes en el creador de Ghost World).

Después de leer “El manual de mi mente”, uno certifica el don de su autor para los títulos –una curiosidad: la sección miscelánea “Tráteme bien” acabaría llamándose “Bolsas de basura perfumadas”—. Las obsesiones de Alcázar son la burocracia, la neurocirugía, la sociedad hipocondríaca, las desgracias ajenas, el desprecio a los padres, los linchamientos, las perversiones sexuales y la degradación en general, tal y como se desprende de la lectura de “Todo está perdido”, una de sus obras más unitarias, que contiene el germen de casi todo lo que el creador de “Escarba, escarba” desarrollaría posteriormente. Por su parte, “Mecanismo blanco” posee el mismo tono apocalíptico y costumbrista que Silvio José (¡atención, muy pronto sendos álbumes de El Jueves!).

En el humor surrealista de Alcázar tienen cabida celebridades como Picasso o Hitler, mientras en su trabajo para el Festival de Sitges prefiere concentrarse en los gladiadores vampiros del espacio. Destacan los tributos a la escuela Bruguera y el contenido de “Mal Amigo”, un proyecto de fanzine sobre personas que oyen voces que no llegaría a buen puerto. Por último, “El manual de mi mente” contiene ilustraciones realizadas para distintas revistas y todo cuanto produjo para “El Manglar” –esa especie de secuela llamada “Antes del desastre”—.

Antes los seguidores de Alcázar se veían obligados a rebuscar en librerías especializadas de toda España en busca de aquellos fanzines de escasa tirada donde el autor dejaba plasmada su firma. Ahora, gracias a la colección Reservoir Books de Random House, las nuevas generaciones de lectores enfermizos podrán adquirir sus grandes éxitos en los grandes almacenes. ¡Y que acompañen las ventas!

19.5.08

Reseñas: Bajo el aire

Bajo el aire, de Osamu Tezuka (Dolmen Editorial, abril de 2008). 328 páginas. Color y B/N. PVP: 8,95 euros.

Esta compilación, titulada “Kuki No Soko” originalmente, reúne 16 relatos cortos de Osamu Tezuka. El tono de las historietas recuerda a su recomendable MW, o a las páginas de otro clásico del manga: Monkey Punch. El autor de Astro Boy se aferra a la ciencia-ficción –así como a otros muchos géneros, como la novela negra, romántica, de espionaje, de misterio o de terror, el western y ciertos ingredientes futuristas— para describirnos al ser humano en circunstancias extremas, siendo capaz de sorprendernos hoy día mediante las resoluciones imaginativas de sus tramas.

La mayoría de estos episodios tienen finales tristes, pese a que en ellos prevalezca la justicia divina. Hay elementos esperpénticos, como el esparadrapo chupado, y paradojas médicas que bien podrían engrosar las aventuras de Black Jack. Tezuka reescribe a su manera la fábula del rico que triunfa en el amor disfrazándose de pobre y vuelve al Viejo Oeste (repasad Lemon Kid) con el propósito de ofrecer un camino distinto al de la violencia.

Sólo dos cuentos tienen al dibujante como protagonista explícito, aunque el carácter autobiográfico y realista puede ponerse en duda. Aquí nos muestra su faceta más ecologista, sincera y comprometida, una personalidad que le hará cosechar enemigos. Habría que incluir en esta categoría, además, su experiencia en sindicatos y manifestaciones. En algunos casos, el creador de Fénix introduce elementos paranormales y pasiones retorcidas –curiosamente, se hacen bastantes referencias al incesto— y recrea viñetas de gran impacto visual (cabe resaltar el niño escamado o el piloto babeante).

A Tezuka le interesan los parajes cataclísmicos y describir el instinto de supervivencia del hombre –en más de una ocasión se centra en la última pareja sobre la faz de la tierra—, pero también se fija en los desequilibrios mentales y la inescrutable naturaleza de las personas, caracterizadas casi siempre por su egoísmo.

Dolmen se estrena en el manga editando una imprescindible recopilación de contenido envidiable y presentación más que correcta, donde destaca la labor de sus seis traductores. En cuanto a la cubierta, qué acertada la comparación de Álvaro Pons con esas figuritas de Lladró... ¡Para luego descubrir los horribles secretos que se ocultan tras las falsas apariencias!

11.5.08

Reseñas: Lost Girls #1

Lost Girls #1, de Alan Moore y Melinda Gebbie (Norma Editorial, abril de 2008). 112 páginas. Color. PVP: 20 euros.

Durante años, Alan Moore fue publicando por entregas en la revista Taboo su última obra cumbre: Lost Girls, una historia inseparable de la titánica labor gráfica de su actual esposa Melinda Gebbie. Por fortuna, ahora Norma la edita en castellano de forma impecable junto a un hermoso cofre.

Las protagonistas, reunidas en torno al hotel Himmelgarten, son Lady Fairchild y las señoritas Gale y Potter, es decir, la encarnación adulta de los personajes infantiles de Alicia, Dorothy y Wendy. Este primer volumen, titulado “Niñas adultas”, se centra en la pérdida de la inocencia:

“Recuerdo que había algo muy importante, y muy frágil. Pero entonces pasó algo terrible y esa cosa se rompió. Para siempre. Nadie pudo arreglarla jamás.”

La narración está plagada de simbolismo: el espejo como testigo mudo, el fetichismo de los zapatos, las amapolas y las visiones del opio, las sombras equívocas (atención al magistral juego que rememoran aquellas estampas picantes de antaño)... En las habitaciones del edificio hay un misterioso librito blanco –quiten la sobrecubierta para salir de dudas— que, al igual que Lost Girls, entronca con la literatura erótica clásica (repasen “Las once mil vergas” de Apollinaire) al detenerse en la descripción de elegantes escenarios, tejidos y esencias y al garantizar escenas amatorias en cada episodio, con momentos de iniciación y sorpresa.

Moore se luce al mostrarnos una misma secuencia desde distintos puntos de vista, o al hablarnos del tornado interior que estremeció a la niña del Mago de Oz. Un inquietante Peter Pan reveló un secreto no apto para menores y el Conejo Blanco era un abusón con prisa. El autor británico maneja multitud de referencias y a través de Stravinsky nos habla de “El rito de la primavera”. Gebbie, con una paleta cromática llena de matices, recupera el sabor de aquellos cuentos populares con engañoso envoltorio.

Hay quienes confunden la erudita exaltación del placer con la pornografía. Aun a la espera de las próximas entregas, Lost Girls ya tiene un lugar asegurado entre las listas de lo mejor del año.

8.5.08

Reseñas: El reductor de velocidad

El reductor de velocidad, de Christophe Blain (Norma Editorial, abril de 2008). 80 páginas. Color. PVP: 19 euros.

Aunque ahora se han equiparado los precios (siempre hacia arriba), antes resultaba caro leer cómic europeo, en general porque solía publicarse en formato cartoné –el más sensible a golpes y caídas—. Christophe Blain se ha convertido en uno de los autores emblema de Norma, que recupera “El reductor de velocidad”, una obra de juventud donde el autor de Gus narra sus experiencias en la Marina. En este sentido, quizá las prisas para llegar al Salón del Cómic hayan motivado ciertos errores de rotulación y tipografías. El trazo versátil del dibujante recuerda unas veces a Sfar y otras al ilustrador Reiner Zimnik.

A bordo del descomunal “El Belicoso” somos testigos de la camaradería y los horribles vértigos que embargan a Georges Guilbert (su álter ego) y al escritor Louis Blinault, quienes se adentran hasta las profundidades del buque junto al presunto espía Sam Nordiz para toparse con el reductor de velocidad, un imponente y carísimo engranaje. Sobresale el uso de tonalidades cromáticas agobiantes –sobre todo rojos y amarillos— durante este descenso a los infiernos, que dará lugar a peleas, deserciones y pesadillas con cachalotes.

Blain describe la vida en el barco como algo peligroso, dada la exposición a continuos accidentes. Y nos habla de un mundo dentro de otro (la sala de máquinas) y de la posibilidad de evasión pese al aislamiento –ojo a la triste anécdota de la mascota—. “El reductor de velocidad” es un álbum inspiradísimo en el que el dibujante de “Sócrates el semi-perro” da buena muestra de un talento que luego despuntaría en títulos como Isaac el Pirata.

6.5.08

Reseñas: Dos Veces Breve #14

Dos Veces Breve #14: Especial 90 Años de Surrealismo, de varios autores (Ariadna, abril de 2008). 52 páginas. Color, bitonos y B/N. PVP: 5,95 euros.

La subvención gubernamental permite a José V. Galadí continuar con la publicación de 2VB, una de las revistas de historietas más longevas del mercado. De este modo, sigue ofreciendo sabrosos monográficos con colaboraciones de los autores más destacados del underground nacional. ¡Y se anuncia para junio el próximo número!

Brais Rodríguez se luce con una cubierta que homenajea al Hergé de “Tintín en el Congo”, colocándo ataúdes en lugar de los personajes. En sus páginas mudas hay miembros que se descuelgan y un parecido más que razonable con “Como un guante de seda forjado en hierro”, novela gráfica cuyo radio de influencia está patente en la obra de muchos artistas interesados en la narración onírica. Esteban Hernández, en cambio, se decanta por la economía de medios y los juegos de palabras.

Jacobo Fernández –autor del inminente “Aventuras de Cacauequi”— se fija en esas frases rotundas propias de los sueños en un elegante ejercicio de blancos y negros. Por su parte, Ana Galvañ aprovecha las escasas planchas a color para llenar sus viñetas de texturas y hablarnos de una vocación camaleónica plagada de estilos reconocibles. El relato más fiel a la idea central de Dos Veces Breve es “La voluntad de los sueños” de Ángel de la Calle, una crónica de la carrera surrealista de André Breton con numerosos cameos estelares.

El trazo tramado de Albo López rememora el hiperrealismo de Crying Freeman, mientras Guillem March da salida a los pastiches destinados a la desaparecida Tangaroa. Asimismo, P. Álex nos brinda otra generosa entrega de sus ya habituales aventuras punkies y Pere Joan prueba suerte con la escritura automática, apoyado en el dibujo por Álex Fito. Para leer su trabajo, Rafa Infantes nos obliga a darle varias vueltas a la revista, pues transforma la historieta en una especie de tablero del juego de la oca. Andrés G. Leiva y Pilar Mahedero proponen un tributo a Klimt a través de la poesía espontánea, al tiempo que Álex Romero y Fritz se acercan más que nunca a Olivares y Sfar. Y no podemos pasar por alto los breves apuntes de Fermín Solís, El Bute y Chema García.

5.5.08

Reseñas: Los Poderosos Vengadores #4

Los Poderosos Vengadores #4, de Brian Bendis y Frank Cho (Panini Cómics, abril de 2008). 24 páginas. Color. PVP: 1,95 euros.

Repertir la misma cara de palo de Ultrón 23 veces en una sola página me parece una desfachatez. Ares ya habla como uno de los brutos del Tekken (Playstation). La legendaria armadura gris de Iron Man hace una aparición estelar para, acto seguido, ser víctima del hara-kiri. La acción no se acelera pese a que ya han llegado los supuestos héroes que resolverían el entuerto –hablamos del control atmosférico a través de satélites—. La sensación de déjà-vu persiste merced a esos aviones sujetados por el morro (y yo que pensaba que ese clásico de Superman ya estaba pasado de moda...). El erratismo del guionista conduce a la inexplicable muerte de la esposa de Vigía –¿quizá para otorgarle al personaje un poso trágico y vengativo con el paso del tiempo?—. No sé por qué sigo abonado a esta serie. Supongo que en el futuro me arrepentiré de ser un ciego devoto de Cho.

1.5.08

Edward Gorey o el encanto del “outsider” (y III)

Durante la confección de esta serie de artículos sobre el indispensable Edward Gorey me informo de que ya ha aparecido en EEUU una cuarta antología titulada Amphigorey Again, que no estaría mal que Valdemar tradujera cuanto antes al español. En su tercer libro, el autor decribe animalillos huidizos y rampantes, heterodoxos y outsiders al fin y al cabo. En “La gelatina azul” (un color sumamente sugerente para el artista), contrapone el glamour de una soprano con la miseria de un fan desiquilibrado –el trágico asesinato de John Lennon aún estaba reciente—.

Gorey es un maestro de la sorpresa o chiste final, aunque a veces prefiere distraer la atención hacia otros elementos. Por ejemplo, en “El jueves pasado por agua”, contrasta el negro de las forjas sobre los débiles trazos de plumilla. Sólo un genio del horror sabría sobrecogernos a través de un ser inerte. Ahí están esas horribles pasamanerías que adoptan formas reconocibles y casi humanas. En “La gran pasión” adopta una estética oriental muy elegante y obliga a sus personajes (caracterizados por una flagrante indolencia) a que exageren sus modos, para terminar hablando de la incomunicación.

Si en algunas obras introduce el color, en otras opta por ocultar letras o incluso palabras enteras para establecer un vínculo lúdico con el lector. En sus cromos de ciclismo atisbamos una visión irreverente de lo religioso. Pero es en “El legado de Awdrey Gore” donde lleva su experimento más lejos que nunca: con la excusa del hallazgo de un misterioso paquete que pertenecía a una falsa escritora, Gorey presenta un puzzle en bruto de infinitas posibilidades que bien podría conformar una fabulosa novela negra: personajes, ambientaciones, maneras de morir...

“La pareja abominable” es uno de sus libros mejor valorados. Protagonizada por un matrimonio de asesinos de niños –Gorey se esfuerza en alimentar los miedos infantiles—, en sus páginas se suceden escenas desoladoras y tristes. Luego hay una categoría de cuentos irresolubles, a la que pertenecerían las viñetas de la bicileta epiléptica o las cuentas verdes. Su siniestra fijación por los rosarios y urnas funerarias continúa, mientras despacha “La broma estúpida”, la aterradora fábula acerca de un niño que no quería salir de la cama.