20.4.05

El evangelio según Norrin Radd (I)

Ha llegado hasta mis manos lo que puede considerarse la Biblioteca Marvel de Estela Plateada, esto es, los tres volúmenes de la colección Clásicos Marvel en Blanco y Negro que Forum editó a finales de los noventa, recopilando los 18 primeros números de la serie americana. Tenía gran interés por conocer de cerca el nacimiento y la evolución inicial de este particular vagabundo de las estrellas a partir de su propia cabecera, donde las páginas de Stan Lee y John Buscema muestran a un personaje de perfiles aún toscos, por definir, pero a la vez plano y exasperante.

Largo y tendido se ha hablado de la predilección que siente Lee por el surfista cósmico. El que fuera guionista estrella de la Edad de Oro de Marvel (la Casa de las Ideas suena a Disney en la peor de sus acepciones) firmando las gloriosas génesis superheroicas de Spiderman, Los 4 Fantásticos o X-Men, cayó en la trampa de confundir su álter-ego con el del heraldo de Galactus. Así el poeta de las galaxias adquiriría la verborrea y grandilocuencia características del padre de la criatura, puestas de manifiesto en tantas otras viñetas memorables.

Resulta curioso comprobar cómo Norrin Radd, nombre de pila de Estela Plateada cuando todavía convivía junto a su amada Shalla Bal en el utópico Zenn-La, ya se sentía incomprendido entre sus semejantes, al no tener metas que proseguir en un planeta donde el bienestar alcanzado por las antiguas generaciones parecía haber tocado techo. Y en estos lares suele ocurrir que se le da de beber al sediento de aventuras: el Devorador de Mundos se aproxima, y como precio a cambio de la salvación de su pueblo, nuestro protagonista asume un nuevo cargo al servicio del insaciable Galactus. En el camino perderá las orejas y las pupilas.

No obstante, y pese a que en un principio obedeció las órdenes de rastrear las galaxias en busca de energía para su amo, el encuentro con Alicia Masters (novia ciega de Ben Grimm) y Los 4 Fantásticos le haría recapacitar sobre la belleza, la bondad y el derecho a la vida de los humanos. Su rebeldía la pagaría cara: ya jamás podría salir de los confines de la Tierra y surcar los abismos siderales donde le gustaba meditar. Mientras tanto, los hombres que conviven a su alrededor no actúan de manera mucho más amable, más bien al contrario. Son historietas donde la turba se presenta como un grupo de irlandeses blandiendo antorchas, y para pasar desapercibido ha de disimular su piel argéntea tras unas gafas de sol, una gabardina y un sombrero (al más puro estilo Powder). ¿Pero no se trataba de un héroe cósmico? ¿Qué hace deambulando por Nueva York?

Ahí entra su trasfondo mesiánico. Con un peculiar sentido de la salvación y la compasión, Estela Plateada comete errores humanos y prefiere dejarse vapulear para medir la fuerza de su contrincante. Sus mejillas son la fuerza misma del cosmos. No sucumbe ante las tentaciones de Mefisto pero otros días parece un hombre demasiado confiado.

Bizarras mezclas de filosofía interestelar (cuarenta páginas bimestrales en su origen) donde tienen cabida papeles tan dispares como el Holandés Errante o el tataranieto del Dr. Frankenstein... Desgraciadamente, el universo Marvel está plagado de villanos de segunda, como toda aquella carnaza peliteñida que salía en el Pressing Catch para hacer relleno, a la espera del siempre prorrogado duelo final contra el reverso de uno mismo.