27.4.05

El testamento de Norrin Radd (y II)

No podemos pasar por alto la labor gráfica de John Buscema durante el primer volumen de las andanzas del heraldo de Galactus. Suele olvidarse cuando se psicoanaliza la obra de un guionista que se siente especialmente cómodo en la piel de su héroe. La simplicidad del traje de Estela contribuye a realzar las dotes del dibujante para la anatomía, y las premisas de Stan Lee le brindan la oportunidad de exhibir su conocimiento de la arquitectura, la representación de multitudes y gran inventiva a la hora de plasmar paisajes dispares. Sus retratos femeninos son hermosos y claros -Purita Campos calcó más de una amazona para sus tiras de Esther-. Y lo que es aún más grave: ¿Es que ya sólo se hallan fondos decentes en las viñetas de los clásicos?

Y según avanzan los números, Norrin va transformándose, como lo hace un gusano en mariposa pero a la inversa, de centinela de las galaxias a vagabundo del firmamento, un emigrante lleno de prejuicios incapaz de adaptarse que, para colmo, se acompaña de una patera cósmica. Su talante pacifista no debió propiciar grandes ventas, de modo que el carácter del mesías de Zenn-La se irá avinagrando. A base de golpes se hará cada vez más desconfiado. Lo cual, dentro de los márgenes del Comics Code se traduce en diálogos y juicios curiosos:

-Su cara, la he visto antes en las revistas yankees -asegura la madre de la hispana María Pérez en su intervención más memorable.

-No existe corazón más amoroso ni desinteresado que el de una madre. Qué diferente sería el mundo si las naciones fueran regidas por alguien así -pensará en voz alta Estela Plateada, imbuido por el espíritu de Norman Bates durante el mismo episodio.

-¡De nuevo la luz irreflexiva de la vil burocracia! -confiesa un Radd con ansias de anarquía.

Sin remedio, un sabor agridulce recorre la garganta del lector. Al igual que ocurrió cuando el público español accedió al fin a los clásicos de EC Comics, tan ansiados durante años, releer un clásico del género de superhéroes como Estela Plateada produce una doble sensación: la insatisfacción intelectual ante lo que hoy catalogaríamos de trama lineal, intenciones inocentes y personajes bidimensionales, y al mismo tiempo, la relativa certeza de que todo partió de ahí. ¿Significa esto que a una obra que está marcando las pautas de lo que constituirá a la larga el modus operandi de los estudios Marvel sí se le pueden permitir ciertas prerrogativas? A mi entender sí, si existen tantos años de diferencia entre la fecha de creación y de lectura. No en vano, recursos como el de las estrellas invitadas (Spiderman, Thor, Antorcha Humana, Shield, Los Inhumanos...), el secuestro y extorsión de la pareja amada (Mefisto o Yarro Gort con Shalla Bal) vienen empleándose desde tiempos inmemoriales. ¿Hasta qué punto entonces son originales los cómics de esta edad dorada?

Para completar tus apuntes recomiendo una ruta por los apócrifos de Universo Marvel, donde se recapitulan a fondo las posteriores apariciones de Estela Plateada, así como una ojeada a Supertebeos, sitio en el que se exponen algunas de las más desafortunadas argucias editoriales de nuestro país. Por su parte, Panini Comics lanza esta misma semana el volumen Silver Surfer: Comunión, sólo recomendables para forofos del aerógrafo.

1 Comments:

At 11:37 p. m., Anonymous Anónimo said...

Y probablemente los fondos más psicodélicos junto a los del Dr. Extraño

 

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