12.7.05

Reseñas: Dick Tracy #2. La venganza del Chicarrón

Dick Tracy #2: La venganza del Chicarrón, de Max Allan Collins y Rick Fletcher (Recerca, julio 2005). 76 páginas. PVP: 5,95 euros.

Segundo y último (por el momento) tomo de la edición española de Dick Tracy, que contiene las páginas del volumen titulado The Collins Casefiles -ver portada más abajo-, publicado entre 1978 y 1979. Se podría pensar que asistimos al periodo decadente del jefe de detectives más famoso del cómic, no obstante, Max Allan Collins y Rick Fletcher son capaces de devolver el interés a la tira retomando viejos villanos, como en este caso, el Chicarrón. Es una trama bien elaborada sobre la recompensa de un millón de dólares que el moribundo miembro del sindicato del crimen pone por la cabeza de Tracy. Destacarán los intentos frustrados de "Little" Littel y El Témpano, experto en explosivos plásticos y albino con picahielos, respectivamente, por acabar con su vida.

La edición de Recerca incluye a modo de apéndice una Galería de Villanos donde lo mejor son las ilustraciones, pues nos quedamos sin ver en acción a la gran mayoría de personajes. Por cierto... ¿y la prometida segunda parte del artículo de Carlos Díaz Maroto (www.lacarceldepapel.com [sic]) sobre las adaptaciones al cine de Tracy?

Por otro lado, en este episodio veremos cómo tiemblan algunos cimientos de la serie: mientras el sindicato del crimen se posiciona contra la arriesgada oferta del Chicarrón, Dick Tracy sospecha que hay un topo en la Unidad del Crimen Organizado. Además, asistiremos a la muerte de un secundario: la esposa de Junior Tracy, el mejor pintor de retratos-robot del Cuerpo.

Sulaco Studios, encargados de la rotulación, hacen frente a toda clase de letreritos -muy característicos de la tira-, aunque dejan algunos vacíos y en otros las palabras se salen del recuadro. Iván Sarnago vuelve a firmar la cubierta, introduciendo un súcubo de generosos volúmenes en la mismísima mesa de despacho de Tracy.

En comparación con el primer número se aprecian unas tapas más blandas y un precio superior, debido al incremento de páginas. No cabe duda de que éste no es el formato más adecuado para publicar tiras de prensa, sobre todo por el escaso grosor de los tomos en una colección tan extensa, aunque siga resultando más cómodo que el apaisado.