4.8.05

Reseñas: Ojo, de Sam Kieth

Ojo, de Sam Kieth (Norma, agosto de 2005). 136 páginas. PVP: 12 euros.

Mientras los fans de Sam Kieth aguardaban con paciencia el volumen de Zero Girl que anunció Planeta hace unos meses (al final saldrá en el Salón del Manga, que se celebra... ¿cuándo?), Norma se ha marcado un tanto editando este mes el último título que el artista ha realizado para Oni Press. Nada más abrir el tomo tropezamos con su peculiar forma de pintar viñetas, laberínticas, ingeniosas y retorcidas -aunque más legibles que en The Maxx-. Ojo es el resultado de la conjunción de estilos de Kieth y sus ayudantes Alex Pardee y Chris Wisnia, alternando garabatos con bocetos, trazos naif con hiperrealistas, perpectivas imposibles... pero nada de músculos. Incluso el tratamiento del blanco y negro recuerda al de Franquin en sus Ideas Negras. Cabe destacar en este sentido la ardua labor de rotulación entre tanto borrón sucista.

En las obras de Kieth suelen hallarse ciertos ingredientes que nos retrotraen a otras series suyas. Observamos algún paralelismo con The Maxx, donde en lugar de un desagüe había un callejón lleno de basura que también nos trasladaba a la dimensión desconocida. Por otro lado, la protagonista parece una nueva encarnación de la niña que aparecía en la serie limitada Lobezno/Hulk.

Ojo cuenta la historia de Annie, una huérfana que vive con su abuelo bohemio y su hermana mayor Melissa, que le hace la vida imposible. La cría sufre remordimientos tras la muerte de su madre y canaliza todas sus preocupaciones mediante el cuidado de mascotas. Un buen día descubre un extraño bicho con tentáculos en el estercolero, una especie de Cthulhu en pequeña escala al que cuidará mientras su madre (el verdadero monstruo), permanece oculta. La relación de Annie con sus animales recrea ese viejo juego de responsabilidad maternal, tan prodigado en series americanas de TV, en que los alumnos han de proteger un huevo como si se tratara de su propio hijo. Aunque Bebé Ojo no tiene problemas para buscar comida, dado que asimila todo lo que engulle su madre, sí que provocará más de una escapada, colocando a la niña en situaciones límite.

Sam Kieth vuelve a desconcertarnos con extravagantes tramas secundarias, sobre todo en el caso del Sr. Stuffit, un taxidermista mudo que se dedica a disecar bestias desde su encuentro con la Trucha Misteriosa (sic), o profundizando en la psicología infantil con la canción de Mike Monociclo (que se la pegó con un autobús escolar).

Esperemos que la apuesta de Norma no sea más que el relanzamiento de este autor en nuestro país, pues muchos de sus seguidores continúan rogando no sólo una reedición de Epicurus el Sabio, sino la edición completa de su serie más conocida: The Maxx. Quizá sea el momento de que Aleta, como ya hizo con Savage Dragon, retome la colección donde la dejó Planeta.