3.9.05

Niebla en el puente de Tolbiac (El País)

El País entregaba ayer Niebla en el Puente de Tolbiac, un álbum de 76 páginas dibujado por Jacques Tardi a partir de una novela de Léo Malet. En su interior, el colaborador de la revista Pilote da rienda suelta a su estilo contemplativo en blanco y negro, callejea desorientado por las esquinas de París (se adjunta mapa) y acompañamos bajo la lluvia al detective Néstor Burma mientras resuelve su caso.

El investigador recibe la carta de un supuesto amigo, de nombre Lenantais, con quien compartió cierto pasado anarquista. No en vano, en su pecho lleva tatuado el lema: "Ni Dios ni amo". En el camino se topará con Belita, una gitana que, como suele ser habitual en el género negro, acaba en la cama con el protagonista. Igualmente, se servirá de sus contactos en el periódico El Crepúsculo para sacar conclusiones.

El trazo de Tardi, en particular por los orejones que pinta, me recordó a otra obra francobelga, editada hace años por Glénat (si no me falla la memoria) que se llamaba Soda, un poli con sotana. ¿No tiene un gran parecido con el detective de la pipa con cabeza de toro? Por otro lado, el autor apenas incluye escenas de acción en una historia que avanza con numerosos desencuentros; como sucedería en la realidad, el método favorito del investigador privado es ir dando palos de ciego hasta lograr algún descubrimiento.

El deambular de Burma deparará su encuentro con el ex inspector de Policía Norbert Ballin, un hombre cuyo gesto parece un homenaje a El grito, de Munch. Éste también será asesinado tras haber indagado en la muerte de un empleado de la compañía frigorífica. Todo apunta a que se trata de la traición de sus antiguos camaradas. El relato acaba de forma heroica con Belita en brazos del impasible detective, en cuyas manos recae la responsabilidad de hacer justicia.