Reseñas: Panorama infernal
Panorama infernal, de Hideshi Hino (La Cúpula, septiembre de 2006). 200 páginas. PVP: 8,95 euros.
“Pero aquella seta maldita acabó con todo”
La Cúpula ha tardado casi un año en publicar otra obra de Hideshi Hino, “tras la excelente acogida por parte de público y crítica” -según reza en la solapa- de los títulos anteriores. La buena noticia es que, según anunciaba hace tiempo Animanga Web, la editorial tiene previsto lanzar The Living Corpse antes de que acabe el año.
Panorama Infernal es una autobiografía llevada hasta las últimas consecuencias, no apta para estómagos delicados. Como dibujante de terror, Hino se retrata como un ser perverso, sediento de sangre y obsesionado con plasmar el infierno. Sus cuadros siniestros remiten a aquellos catálogos retorcidos del Marqués de Sade o a la imaginería maligna del Conde de Lautréamont. Ya en la presentación vemos cómo se mutila o vomita de manera provocada. Entre sus estampas favoritas se encuentran la guillotina, el río de sangre, el crematorio y el cementerio de cabezas de animal, todos cargados de una poderosa simbología.
Según avanza la historia, vamos conociendo a los parientes del protagonista. Su hija lee libros de “Hiseshi Hino” y su hijo es extremadamente cruel con cuanto le rodea. Su esposa regenta la posada del infierno, adonde acuden los cuerpos decapitados para practicar la antropofagia.
Más adelante, Hino convierte su relato en una saga familiar marcada por la tragedia. Su abuelo era un jugador de dados tatuado con una serpiente. Su padre llevaba un murciélago en la espalda y quedó marcado por la guerra. Su hermano, con un dragón grabado, fue un pendenciero hasta convertirse en un despojo. Todos acabaron muertos sobre la nieve, mientras la sangre derramada se sublimaba y transformaba en flores del infierno. Su madre, herida por la metralla, termina desquiciada y manifiesta su locura a través de la violencia y el maltrato a los animales, como el resto de la familia.
Hino parte de una frase hecha -“El mundo es un infierno”- para desarrollar un mundo atroz, donde la bomba de Hiroshima* (denominado aquí el rey demonio) adquiere una gran relevancia. Aunque en el fondo, como explica el autor en el epílogo, no es sino un cúmulo de recuerdos llevados al límite de la cordura.
(*) El rey demonio encarnado en hongo radiactivo.
El dibujante alcanza el paroxismo al introducir al lector en la masacre y tratarlo como a uno de esos niños mirones que observan asustados desde la puerta y luego son apalizados.
La edición de La Cúpula es bastante aceptable si pasamos por alto algunos de los subtítulos onomatopéyicos** y un índice sin pies ni cabeza, pues el tomo no está paginado y las correspondencias son incorrectas.
(**) "Plaka, plaka". ¿No era eso lo que decía el Yoyas?
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