Reseñas: Billy Avellanas, de Tony Millionaire

Billy Avellanas, de Tony Millionaire (La Cúpula, marzo de 2007). 120 páginas. B/N. PVP: 16 euros.

La Cúpula ha lanzado este mes la que será con toda seguridad una de las mejores novelas gráficas del año. En formato pequeño, con tapas de cartoné y papel sepia de gran grosor se presenta Billy Avellanas, la primera obra de Tony Millionaire que aparece en español.

A través de personajes y diálogos propios del cuento infantil y de un argumento que aúna lo fantástico y lo siniestro, el autor logra conmovernos de un modo parecido al de Spielberg con E.T. En sus páginas hallamos escenarios oníricos y viñetas con una fuerza inusual, capaz de hacer entrañable a una criatura fabricada con sebo y moscas.

“Es un ser impulsivo y temperamental, pero hay algo en él de inocencia”, dice el pequeño Eugene sobre Billy Avellanas. Y es una descripción fiel: la luna le hace perder la razón, pero si le cambias los ojos por murciélagos puede hundir un barco. La historia se remonta a la granja Rimperton, donde unos ratones construyen al protagonista para vengarse de la dueña. Su hija Becky, aficionada a la astronomía, le mostrará el valle de las estrellas fugaces –tan efímeras que “no dan para una entrevista”— y el vertedero de planetas a bordo de un caballito de ruedas. Es ella quien le coloca una corona de tarta y unas avellanas para ver mejor, mientras Billy masculla: “No pareceré uno de esos monigotes de galleta, ¿no?”

El citado Eugene, vecino celoso de Becky, construirá un robot ciego con forma de cocodrilo que se orienta gracias a Apestoso, su mofeta lazarillo. Éstos se rebelan contra su creador y promueven una persecución en barco con referencias a Moby Dick y al diluvio universal (atención a la emotiva escena en medio del oleaje). Mientras tanto, el sabio Rupert Punch está convencido de que las ovejas no se han comido la luna.