Reseñas: El Manglar #1 y #2
El Manglar #1 y #2, de varios autores (Dibbuks, enero y marzo de 2007). 68 páginas. Color. PVP: 3,90 euros.
“¡No permitiremos que bajes la guardia!”, puede leerse en el índice del segundo número de El Manglar, una revista para lectores exigentes. Por ello, en esta reseña seremos críticos con aquellas páginas que nos han gustado menos y destacaremos las que nos parecieron más interesantes.
Lo mejor del primer número se encuentra en las historietas de los españoles José Luis Ágreda, de ambientación futurista, y Carlos Vermut, autor de la serie “Doble Sesión”, con sus trucos para confundir realidad y ficción. Lo peor entre el material autóctono se halla en las inocentonas aventuras de “Sento”, de Sergio Córdoba, y la sección “La verdadera historia” de Enrique Bonet, heredera de la vieja escuela del TBO y El Jueves a partes iguales, que encima repiten en la siguiente entrega.
De las colaboraciones extranjeras sobresalen el divertido “Paris Strass”, el oso imaginario de Frederik Peeters, el híbrido entre Valerian y Goomer que constituye “Cosmik Roger”, así como la entrañable tragedia sin palabras de unos niños palestinos dibujada por Émile Bravo.
Hay secciones imprescindibles, como “Fruta fresca” de Borja Crespo, con apuntes sobre la actualidad del tebeo, la entrevista –por las que nos enteramos de que Manel Fontdevila no se considera un buen dibujante—, “La última hoja” dedicada a otros autores (Juanjo Sáez y Pepo Pérez hasta ahora), o las galerías ilustradas (fabulosa la de Auladell).
El nº2 nos descubre “Distrito Harrigan” de Jorge Monlongo entre los valores nacionales, a los que se suman el ya citado Vermut con sus historias de viejos y aliens, y por supuesto, el trabajo de Javier Olivares acerca de Ilya Kabakov. Apuntar, además, el estreno de “Las tiras de El Manglar”, donde firma, entre otros, el imprescindible Paco Alcázar.
Entre las páginas menos llamativas, aparte de las mencionadas “Sento” y la tira de Bonet, hemos de señalar la creación de Arthur de Pins, muy cercana a esa horripilante que sale en el EP3 de El País. Igualmente, da la sensación de que Bernardo Vergara y Eduardo Fuentes lo podrían haber hecho mucho mejor.
Continúan acertadamente las series foráneas “Cosmik Roger”, la descarada “Paris Strass”, y la ración de cómics comprometidos a cargo de Peeters –hablando de Sarajevo—, y Thierry Martin –hace lo propio con Beirut—.
Resulta curioso encontrar cierto mensaje xenófobo detrás de viñetas como las de Larcenet, en el acento del mayordomo negro que hacen Omond y Yoahn, y en la violencia con que se trata al chico de color en la parodia de Harrigan. Sin duda, una extraña casualidad.
Después de leer estas dos entregas, sólo cabe una excusa para no suscribirse: que uno sea muy impaciente como para esperar al cartero, y muy maniático para soportar que doble la revista al meterla en el buzón.
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