17.6.07

Barsowia, capital de Polaqia

Dolmen es una editorial preocupada por la cantera nacional y hace casi un año decidió publicar una antología del fanzine gallego Barsowia para dar a conocer al público español un ramillete de autores jóvenes muy interesantes. El volumen, que cuenta con cubiertas y portadillas de David Rubín –uno de los colaboradores fijos—, se divide en siete partes temáticas (algunas bastante discutibles): historias de amor, muerte, sobre la familia, acerca de la guerra y el cambio climático, crímenes a sangre fría, robots o ciencia-ficción, y encuentros con entidades. El coordinador de esta antología es Kike Benlloch, que también escribe y dibuja en el colectivo Polaqia. ¿Es una errata que en su apéndice de historietas contenidas no se refiera al primer tercio del libro?

El arriba mencionado Rubín se alza como uno de los autores más destacados con sus monográficos de superhéroes –la comparación a lápiz con el ángel de la guarda es exquisita—. Y Barsowia en Llamas es una ocasión idónea para comprobar la sorprendente evolución del artista. Teniendo en cuenta su popularidad tras el Salón del Cómic no es de extrañar que haya sido escogido como gancho…

También sobresale de la media Brais Rodríguez –un descubrimiento personal—, siempre imprevisible con su trazo naif, que recuerda tanto a Marjane Satrapi como a Paco Alcázar. Por suerte, dibuja casi un capítulo entero del tomo, plagado de máquinas domésticas, hombres con cabeza de perro, fans indolentes y parejas imposibles.

Diego Blanco ha logrado un estilo propio con su pincel grueso y su empleo de los grises. “Al final mueren todos” o “Robot” (con canción de iglesia incluida) son algunos de sus trabajos más acertados. Junto a Benlloch ilustró “Final”, acerca de un artista dramático que decide abandonar la escena, así como el triste destino de dos soldados fugados.

Paulo Monteiro no aparece mucho en el libro, aunque sus visiones de la guerra y la juventud de Picasso, con influencia gráfica de El Roto, son ciertamente relevantes. Ivan Suárez es uno de los dibujantes más virtuosos, pero sus guiones no son tan brillantes. Jorge Taboada, en cambio, no tiene un trazo muy fino, pero sus cuentos de pirómanos son muy recomendables. Roque Romero pone la nota contemporánea con sus collages centrados en viajes astrales y abducciones, en la misma onda que Bouss o Carlos Arrojo. Y Bernal, de trazo grueso, recuerda a Bartual. Covelo, López y Benlloch son partidarios de la tipografía mecánica, rasgo que deshumaniza por desgracia sus colaboraciones.

La nómina de Polaqia se amplía con autores portugueses, franceses y norteamericanos. Entre los más llamativos está Michael Bonfiglio, practicante del simbolismo y el cómic heterodoxo. Su “Borrachera con el monstruo del Lago Ness” o su trasunto de Billy Avellanas no dejan indiferente. Kohell hace historietas muy cortas, pero su escasa presencia es muy significativa. Es capaz, en una sola página, de mofarse de Jimmy Corrigan o de sacar el lado más humano de un asesino. Por su parte, Louis Bertrand Devaud es un ágil experto en trepanaciones.

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