12.6.07

Reseñas: Nunca me has gustado

Nunca me has gustado, de Chester Brown (Astiberri, junio de 2007). 200 páginas. B/N. PVP: 18 euros.

“No me gusta hacer cosas que no he hecho nunca”

Muy posiblemente estemos ante el tebeo más sobresaliente del año. Una tragedia personal convertida en obra de arte. Un lenguaje estilizado a la vez que detallista, caricaturesco pero realista. Astiberri se ha adelantado a La Cúpula, editora oficial en España de Chester Brown, y publica Nunca me has gustado, un relato autobiográfico sobre la adolescencia del autor canadiense, cuyo trazo característico recuerda a obras como El Playboy.

La juventud del dibujante viene marcada por la salud mental de su madre –que le aconseja no decir palabras soeces, una máxima que seguirá de por vida— y por una actitud fría como el témpano ante los demás. Su relación con las chicas es cuanto menos, especial: o huye de ellas (en la escena del cine) o no sabe cómo actuar. En ocasiones, el contacto físico se transforma en violencia –casi troglodita—, y sólo lo vemos más relajado durante sus ingestas de galletas en solitario.

Además de ser objeto de burla de sus compañeros y un tímido rompecorazones, el protagonista ejerce de hijo rebelde y desobediente en casa, mientras su hermano, el pequeño Gordon, acata cualquier mandato materno. Rodeado por personajes como la espabilada Conney y su hermana menor Carrie –que profesa un amor no correspondido hacia Chester—, o la exuberante Sky, los días en Montreal se hacen más llevaderos jugando al escondite. Mientras tanto, la banda sonora corre a cargo de Led Zeppelin, Sweet y David Bowie.

Entre los instantes más destacados de esta novela gráfica habría que señalar el delirio suicida del artista, o el momento en que decide ilustrar sus sentimientos a través del simbolismo. Mención aparte para la cruda visita al hospital y un final que Brown prefirió impregnar de tristeza.Uno de los aspectos más llamativos de Nunca me has gustado es la distribución de las viñetas, encontrando desde páginas con una sola hasta otras que alcanzan las nueve. Esta composición dota de un ritmo personal al relato, como si los elementos narrativos se adaptaran, según el caso, a las necesidades comunicativas del autor.

La edición española viene, por desgracia, rotulada mecánicamente, aunque la elección de las fuentes ha sido bastante acertada (adecuándose a títulos previos que ya vieron la luz en nuestro país).

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