7.8.07

Reseñas: Tomás el Gafe #16 y #17

Tomás el Gafe #16 y #17, de Franquin (Planeta de Agostini, julio de 2007). 48 páginas. Color. PVP: 9,95 euros.

Estos dos volúmenes recogen las últimas tiras de Gaston en la revista Spirou –aún quedan otros dos álbumes de material inédito y/o disperso—, fechadas entre finales de los setenta y principios de los ochenta. Las historietas, ahora incluso de dos páginas, suelen centrarse en la tartana móvil de Tomás, aunque persisten las ensoñaciones en compañía de Jeanne. También hay chistes con tiburones, y Juan Cenizo, como si fuera el alter ego del autor, aparece deprimido en un cubo de basura. El Gafe, que se ha construido un laberinto con los documentos y libros de la redacción, se muestra más derrotista y violento, más pesimista y por tanto más destructivo. La guerra de los parquímetros se convertirá así en un ataque personal contra el agente Longtarin –saldrán modificados como tragaperras, como expendedores de bolas de chicle o como punching-ball—. El policía de tráfico también sufrirá pesadillas indecibles. Su lado ecologista se pone de manifiesto tras su explícita afiliación a Greenpeace en la campaña contra la caza de ballenas. En los márgenes, el autor introduce pequeños personajes que comentarán la jugada con el lector. Hay referencias (tanto ilustradas como verbales) al Trombón Ilustrado que acompañaba a la cabecera madre, así como un nuevo personaje –Manu—, un albañil-deshollinador que ayudará a Gastón en sus estratagemas. Sobresalen los gags con el prototipo de air-bag (para una muerte más limpia) o aquéllos en que Tomás hace autostop. Otras bromas más recurrentes, como el bumerán que vuelve o el reclamo para borrachos, se intercalan con escenas geniales (la del muñeco de nieve atropellado es una de las mejores). Jidéhem se luce con unos fondos esmeradísimos, mientras Franquin ofrece su trazo más esperpéntico y virtuoso, de plumilla hábil e innovadora –incluso la paleta de colores, hasta ahora muy limitada, está presente en estos tomos en todo su esplendor—. Además, en estas páginas se recoge un instante memorable: una patada del Gafe en el trasero de De Mesmaeker, y no es para menos después de soñar con una isla desierta. Hay espacio para la informatización del periódico, consignas como “prohibido borrar pintadas” y la traca final con un anillo de Saturno compuesto de correo atrasado. Personalmente, me quedo con una de las mejores frases de Gaston: “Si todos los generales y almirantes del mundo (…) tuvieran un gato en las rodillas yo me sentiría muchísimo más a gusto”.

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