8.10.07

Reseñas: Barsowia #10

Barsowia #10, de varios autores (Polaqia, septiembre de 2007). 84 páginas. B/N. PVP: 5 euros.

Sonia Pulido, ilustradora de moda con gran presencia en dominicales, es la encargada de la cubierta en la última edición de la revista de Polaqia, ahora en formato lomo (más parecido a sus paisanos de BD Banda). Sin duda, el verdadero atractivo de Barsowia se encuentra en la diversidad de sus propuestas, casi todas surgidas de lo más profundo de unos autores jóvenes y prometedores cuyas páginas aún destilan creatividad sin cortapisas.

Por ejemplo, a Esteban Hernández (Culpable e historias cortas) le contaron la leyenda urbana de la serpiente que mide a su dueño antes de comérselo –algunos la habréis escuchado—, la creyó real y le dedicó tres páginas en “A boa triste”. En cambio, David Rubín se ha convertido en un valor seguro gracias a unas pinceladas ágiles con reminiscencias de Peeters y sus encantadoras tramas de puntitos. En las doce páginas de “Hectoplasmic Carcrash Dinner” nos presenta una terrorífica escena de carretera, con personaje despellejado incluido, una nota común con la historia de Benlloch y Bonfiglio titulada “De nada”. El guionista gallego, como siempre imprevisible, narra la tragedia del único superviviente de un naufragio. Brais Rodríguez también homenajea a Tumbita con su primera clase de narrativa gráfica a lo McLoud, realzando la importancia de la línea sobre el blanco –no os perdáis su último proyecto para Ediciones Ultralimitadas; este autor debería dar el salto y reunir sus páginas, como ya ha hecho Jorge Parras en Ranchiquen—.

Benlloch escribe asimismo “A parábola do cartógrafo”, una pequeña fábula que hubiese brillado más de no haber contado con los lápices de Hugo Covelo (autor de “Humberto Gafapasta”, la tira más autobiográfica de Barsowia). En “Asasinos”, ayudado en la tinta por Sergio Covelo, fantasea sobre las ceremonias de unos extraterrestres con tendencias bastante humanas, un concepto similar al “Auxe e declive da civilización xupiteriana” de Hernández y Bernal, donde los aliens tienden a minimizarse.

“El jardín atómico” de Álvaro López sigue ofreciendo episodios de adolescentes inquietos con ciertos elementos de ciencia-ficción. Si bien su trazo podría compararse a veces con el de Paul Pope, el dibujante nos sorprende a menudo con flagrantes desproporciones. Por desgracia, el anecdótico “Max Calavera” de Luis Sendón está en la senda del mínimo esfuerzo –¡repetición de viñetas en una historieta de cuatro páginas!—. Por su parte, Carlos Vermut opta por la sugerencia en la breve “Fin de curso”. Roque Romero con “Cotton crown” y Miguel Robledo con “Os estigmas de Bahika” coinciden en utilizar el símbolo de la corona, uno en un sentido más onírico (atención a la misteriosa criatura siamesa) y otro con la misma planificación lúdica de un manual de colegio (incluyendo acotaciones teatrales y evitando bocadillos a la vieja usanza, como Kyle Baker).

Mario Feal se encarga del pintoresco chiste subtitulado “Ladies coruñesas”, que podría encajar a la perfección en el suplemento “Blanco & Negro”. José Domingo es capaz de paralizar el tiempo en “¡Ding dong!”, donde hay muestras de la influencia de Carlos Giménez. En “Explorer Smith”, de Portela y Kohell, sobresale esa viñeta en la que el protagonista parece investigar una casa de muñecas, antes de desvelar por completo el enigma que esconde una fotografía antigua (¿el del bigote es Edgar Allan Poe?). En otra línea, López y Bonafuente firman el caricaturesco “Falso Apocalipse”.

La revista Barsowia parece gozar de buena salud, superándose en cada entrega y contando con más anunciantes que antes –los aficionados que vayáis a visitar Galicia próximamente ya podéis apuntar las direcciones de las librerías y locales incluidos—. ¡Una ocasión perfecta para perfeccionar el idioma!

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