19.12.07

Reseñas: Canetor

Canetor, de Schlingo y Pirus (Norma Editorial, diciembre de 2007). 88 páginas. Color. PVP: 20 euros.

Canetor es una especie de pato oscuro, aunque su aspecto se asemeja a la representación clásica de la raza negra. Le gusta hacer bricolaje, cuidar su rosal y llevar al día las labores del hogar –cualquiera se escaquea con dos mandonas como Canorita y Canorina, que despiertan en él una misoginia parecida a la que siente Ignatius en Krazy Kat—. A veces también se disfraza de ternero ladrón de zapatos (un travestismo que le emparenta con Ed Wood), mientras sus sueños remiten directamente al Slumberland de Little Nemo. A su hermana le encantan las salchichas, siempre usa refranes y frases hechas y termina casándose con Raptor el delincuente –un claro homenaje a los Golfos Apandadores de Disney—. Su novia, tras unas cuantas decepciones, tratará de intimar con otras personas, sin demasiado éxito. Hay más personajes, como el vendedor de calcetines o el sobresaliente Lil’ Egg, que aporta un tono adulto a la tira (las escenas pidiéndole pasta al jefe o la vida noctámbula por encima de sus posibilidades no tienen desperdicio). No obstante, el patito protagonista prefiere la escoba.

Canetor esconde un lado perverso e incluso siniestro, presente en historietas como la consulta del médico o la secuencia en el cementerio. El patito feo suele actuar como un cobarde frente al peligro, aunque se le represente en una ocasión como el Charlot de “El gran dictador”. Por ejemplo, huye del hogar convencido de que ha asesinado a su vecino –el Gran Barnabala— con un leño extraviado.

Pirus usa el ordenador para retratar la perfecta geometría del universo de Canetor, un colorido híbrido entre el ya citado Disney y Chris Ware. Al dibujante debemos ese onirismo tan verídico: cómo el personaje se espabila al tiempo que el decorado se desvanece igual que un puzzle, el alucinante paso de las estaciones o el desconcertante rebobinado de fondos son algunos de los mejores momentos del libro. ¿Os imagináis al inocente pato acudiendo a una terapia para obsesos sexuales? Así es el humor de Schlingo Charlie en las viñetas, que desaparece agarrado a una ristra de salchichas, llevando su particular comicidad hasta las últimas consecuencias—.

La edición de Norma, que se abre con el poema “Mañana de abril” del difunto guionista, resulta impecable. Se publica a finales de año, pero entra en el podio de los mejores tebeos internacionales con toda seguridad.

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