10.12.07

Reseñas: El Manglar #5

El Manglar #5, de varios autores (Dibbuks, diciembre de 2007). 68 páginas. Color. PVP: 3,90 euros.

Estaba previsto que este número de El Manglar apareciera en septiembre, pero ciertos retrasos en la presentación de materiales motivaron que saliera a la venta la semana pasada, para desespero de sus seguidores. Confiemos en que sean tantos como aparentan en Internet, pues cada vez se comenta con menos reparo que la próxima entrega de la revista podría ser la última. No tiene nada que ver, pero llama la atención que en el ejemplar de este mes se hallen más erratas que en todos los demás juntos –espaciados dobles y un par de bocadillos de texto cambiados, tampoco es muy grave—. Aparte, el material que contiene no es el más brillante hasta la fecha (pero claro, el listón estaba demasiado alto, con ese crescendo de calidad desde el primer número). La única novedad respecto a los anteriores es la incorporación de David Ramírez y su serie “Dracodomus”, acerca de las rutinas coleccionistas y la peculiar concepción del tiempo de una familia de dragones, todo destilado con su habitual estilo fiel a Toriyama y un humor omnipresente.

Sin embargo, lo más destacado de la entrega se encuentra en las páginas de “Bloqueo energético”, de la dibujante invitada Rutu Modan –paradójico que reconozca en la entrevista sus escasas dotes para garabatear y confiese su dependencia a los referentes fotográficos—. La historieta es la más verosímil de la antología (y además luce un trazo más natural que Metralla) y narra el fraude de una sanadora al tiempo que describe un drama familiar. Continuando con las firmas foráneas, Dupuy & Berberian presentan otro capítulo de su pastiche informativo de tendencias “Bobolandia”, para arremeter contra supuestos cineastas rompedores, los productos biológicos y los fatales efectos de los reproductores MP3. Por su parte, Emile Bravo continúa su chocante y originalísimo homenaje a Edward P. Jacobs convirtiendo a Blake y Mortimer en dos altos cargos del nacionalsocialismo. ¡Sin desperdicio ninguno! La ciencia-ficción costumbrista de “Cosmik Roger” de Julien y Mo/CDM, en cambio, comienza a hacerse pesado y a parecer material de relleno (en este episodio conocemos mejor a su jefe y a su inseparable rastreador Alfa, por no mencionar los caníbales de la isla desierta).

A falta de una colaboración más contundente, José Luis Ágreda sigue ofreciendo sus hermosos índices ilustrados, un autor que disfrutamos en pequeñas dosis, como ocurre con Castaño & Bartual. Al segundo le debe estar afectando el pluriempleo –maquetación de revistas, mantenimiento de dos blogs, colaboraciones en El Jueves…—, pues su tira sobre rodilleras y felaciones en la comunidad de vecinos resulta bastante previsible. ¿Dejarán para el siguiente número las cinco páginas prometidas? Los strips de Santiago García, Javier Olivares, Lorenzo Gómez y Pep Brocal son igualmente anecdóticos.

Borja Crespo dedica su extensa “Fruta Fresca” a la polémica de las caricaturas de los Príncipes de Asturias, recolectando interesantes declaraciones de los autores. En las reseñas de “En la rama”, Álvaro Pons demuestra que no hay favoritismos, al no dejar demasiado bien una de las publicaciones de Dibbuks analizadas. Por otro lado, la galería ilustrada se dedica a la inquietante y deshumanizada Mar Malota, y en “La última hoja” se incluye un perfil y unas viñetas inéditas de Santiago Valenzuela –muy cómica su relación con Valerian—.

Brocal, de nuevo por partida doble, abunda en los viajes en el tiempo y los peligros de intervenir en él (un color bonito en una historieta que tampoco cuenta nada del otro mundo). El segundo episodio de “R.O.M.” de Carlos Vermut es un claro tributo a los videojuegos de antaño –camisetas de Atari, máscaras de Pac-Man—, pero también una curiosa perspectiva de la realidad virtual de los juegos en red o del denominado “rol en vivo”. Asimismo, el autor descoloca a los lectores con la inclusión de nombres reales como Miguel Porto (¿cuándo volverá a El Manglar?). Jorge Parras debe escribir sobre la marcha su “Llerk Valley”, o al menos así parece indicarlo su errático desarrollo. En esta ocasión, Duaic robará al lechero y se aficionará al lanzallamas –¿será acaso el Johnny Zarigüeya al que se refería Alberto Vázquez en El Evangelio de Judas?—. Las sobresalientes páginas de “El Vecino” de Santiago García (otra vez) y Pepo Pérez describen muy de cerca, a diferencia de entregas pasadas, una escena de acción entre Emperador y Lamia, con un lenguaje que recuerda al mismísimo Frank Miller. Gracias a ellos ya sabemos cómo se ponen a tono los superhéroes –esos remedos de Mr. Milagro y Rayo Negro—, aunque por un instante parecía el relato de una violación. Jorge Monlongo también publica una de los capítulos más redondos de “Distrito Harrigan”, merced a ese humor de comisaría y unos personajes caricaturescos. “Antes del desastre” de Paco Alcázar, ubicada estratégicamente al final de la revista –ésa es la hecatombe—, aclara cómo son los mocos embarazados y la manera que tienen de ocultar tales evidencias, algo que sólo podía salir de la mente enfermiza del autor gaditano.

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