19.2.08

Mr. Wonderful: Clowes en formato tabloide

La última historieta de Daniel Clowes, Mister Wonderful (¿un guiño al Mr. Dangerous de Hornschemeier?), concluyó la semana pasada tras veinte entregas dominicales en The New York Times y lectores de todo el mundo han podido descargarla en PDF al mismo ritmo de su publicación. En este título, el creador de Ghost World vuelve a fijarse en la sección de contactos de los periódicos, en la naturaleza caprichosa del azar o en los complejos personales. Obsesionado con las lolitas y autoproclamado portavoz de los defectos de los demás, el dibujante halla la comicidad de sus personajes a través del patetismo. El protagonista, Marshall, es un perdedor divorciado y sin amigos –salvo unos ausentes Tim y Yuki— con aspecto de Woody Allen que espera a su cita en una cafetería (ya sabéis, el lugar más recomendable para que un artista encuentre retiro e inspiración). Dada su misantropía, la dificultad para desenvolverse socialmente se ha visto incrementada por el vertiginoso paso de los años. Y aunque Clowes invita al lector a entrar en acción, le advierte de que el fluir de conciencia podría eclipsar el diálogo y se hará difícil atender a la otra persona –de nombre Natalie—.

La visión del amor perfecto de Marshall consiste en desayunar bagels a la orilla del río mientras ojea el periódico junto a su pareja. Su imaginación es muy poderosa y a veces no es capaz de dominarla. Como una alucinación demoníaca, el sentido común le aconseja no optar por el camino de la sinceridad, sino el de las medias verdades. Pero ella también ha tenido un fracaso sentimental y el desamparo le invita a traicionar su subconsciente. Por desgracia, un pedigüeño saca lo peor de él (¡al menos tiene carácter!) y emite las palabras equivocadas. Clowes se empeña en narrarlo todo como si se tratara de un encuentro verosímil en tiempo real, recurriendo en ocasiones a la infantilización de los caracteres si quiere explicar algo peliagudo –lo cual nos trae a la mente Ice Haven—.

El destino pone un ladrón a su paso y el consiguiente golpe en la frente (¿alguien ha dicho David Boring?). Un mismo objeto –el bolso de Natalie— provoca el reencuentro cuando todo parecía perdido y el fatal desenlace de la fiesta posterior. La auténtica honestidad emerge tras la experiencia traumática en este cortejo entre personas maduras. ¿Acaso lo está poniendo a prueba, en esa reunión con Noah, su ex novio? La fobia a las parties viene determinada por el alterne, la hipocresía, la vacuidad y la indiscreción de los invitados.

Clowes apuesta entonces por el final feliz –la materialización de ese sueño de rutina que le reconforta— y el hombre nuevo que vuelve comenzar de cero. ¿Habrá tocado la fribra sensible de los lectores de periódicos con este slice of life, o quizá no hayan conectado con un autor a veces verborreico y estático? Lo que está claro es que ahora proyecta sus obsesiones en formato tabloide.

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