5.2.08

Reseñas: Mi mamá está en América

Mi mamá está en América y ha conocido a Buffalo Bill, de Jean Regnaud y Émile Bravo (Ponent Mon, enero de 2008). 128 páginas. Color. PVP: 18 euros.

Ponent Mon apuesta fuerte este año con títulos como Peplum de Blutch o la indispensable reedición de El Playboy de Chester Brown. Sin embargo, la primera gran obra lanzada en 2008 ha sido “Mi mamá está en América y ha conocido a Buffalo Bill”, con un tono más infantil que las arriba citadas. ¡Y quién se resiste a tan cándida portada! El trazo grueso y áspero de Émile Bravo se asemeja aquí más que nunca a las ilustraciones de El pequeño Nicolás de Goscinny. Además, el escritor Jean Regnaud propone una composición de estilo libre que huye de la viñeta clásica. La narración, en primera persona y a modo de diario intransferible, se divide en varios episodios –cada uno distinguido por un cromatismo diferente—.

No cabe duda de que uno de los aspectos más valiosos de este libro son sus personajes, tan creíbles como peculiares. Desde la vecina que lee las postales llenas de tópicos en el seto que separa su casa de la de Jean, pasando por el feroz cuidador de perros, el hermano pequeño que sonríe dentro del coche, el padre adoptivo de su amigo Alain (“conduce muy bien”, a pesar de la silla de ruedas), la amable y mejor cocinera Yvette, hasta llegar al compañero vietnamita, que apenas sale en un par de páginas.

A través de ellos, el espabilado Jean irá atando cabos y asimilando su dura experiencia personal para terminar creciendo como persona. En este sentido, Regnaud y Bravo plasman a la perfección la relevancia de los secretos y los descubrimientos durante la edad infantil, un proceso de interiorización que resulta complicado compartir. Como “Los días más largos” de Fermín Solís o la película “Amélie” –donde un enano de jardín también envía fotos desde destinos insólitos—, “Mi mamá” es un tebeo evocador y enternecedor, un ejercicio autobiográfico y un canto a la inocencia perdida, una hermosísima historia cotidiana al fin y al cabo.

Los disfraces de indios, la selección natural imperante en el colegio, el miedo al psicólogo y sus manchas de Rorschach, el disco de los chicos de la Marina, las canicas en el patio, la TV prohibida, el olor de los abuelos, la ausencia de un referente gráfico materno al que aferrarse, aquella tarde en la feria, el pie de Papa Noel en la foto… Con estos ingredientes, el entretenimiento está asegurado.

Free Image Hosting at allyoucanupload.com