Reseñas: El hijo del diablo
El hijo del diablo, de Hideshi Hino (La Cúpula, julio de 2008). 260 páginas. B/N. PVP: 10,95 euros.
“El niño monstruoso no tiene nombre, no tiene padres, no tiene amigos.”
El arranque de “El hijo del diablo” bien podría servir de planteamiento para un capítulo de Black Jack: el Dr. Emma intentando resucitar a su hijo Daio. Entonces viene a la cabeza la condena de Prometeo, tan querida por Hino, y la comparación con las cicatrices de Frankenstein ya es inevitable. Por un lado están la figura materna que pierde el norte, el detective alérgico a las gramíneas y las orejas puntiagudas del niño demoníaco. El mangaka recrea la tradición nipona de plasmar cuadros aberrantes, elevándolos a la categoría de flagrantes. Después nos toparemos con el clásico hombre-lobo que ataca de noche y generosas decapitaciones (atención a la traducción sobreimpresionada de los titulares de prensa, el único pero en esta edición de La Cúpula, porque el guiño a Leticia Sabater es hilarante). Y a mitad del volumen, cuando empezábamos a pensar que nos encontrábamos delante de otra reescritura de “El niño gusano”, de pronto el protagonista experimenta una enigmática regeneración a partir de su propio ojo y se convierte en el héroe que resolverá las maldiciones de ciertos pueblos que irá conociendo a su paso –el fantasma del guerrero o la dama de las nieves—. Mientras los saltos de ninja nos hacían sonreír, sus efímeras amistades nos hablan de crueldad infantil y poderes mentales, poco antes de presenciar un nuevo tránsito al purgatorio envuelto en un hermoso paisaje simbólico. Se trata, en resumen, de una de las obras de desarrollo más extenso e imprevisible del maestro del terror japonés.
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