Reseñas: Cinderalla
Cinderalla, de Junko Mizuno (Imho, noviembre de 2008). 136 páginas. Color. PVP: 11 euros.
Acerté siguiendo la recomendación de Werewolfie, que me hizo pensar que, más allá del capricho gráfico de esta rara avis nipona, se escondía un libro excitante y estremecedor. A medio camino entre Hino, Tezuka y el cotizado Murakami, Cinderalla es una mezcla enfermiza de candor y voluptuosidad, una orgía de sensaciones chocantes con generosas dosis de top-less y pechos descomunales, hasta tal punto que el lector olvidará por completo que se encuentra ante una recreación de Cenicienta –un cuento sobre el trabajo hasta la extenuación, un drama muy japonés por otra parte—. Hay zombis, yakitoris y salsa terikayi, alcohol, ojos rojos, una madrastra glotona, un Príncipe que recuerda al de Saint-Exupéry, unos gemelos murmuradores, hadas inexpertas, una rata y una tortuga gigantes… Junko Mizuno saca partido a sus limitaciones con un detallismo patológico y alucinógeno. La traducción es francamente mejorable, pues incluye demasiadas erratas que no consentiríamos en cualquier otra editorial (pero Imho aún se está asentando en nuestro país). A cambio, la versión española de Cinderalla contiene numerosos extras: una entrevista a la autora, falsos anuncios, la génesis del hambre insaciable de uno de los personajes, un programa de cocina de corte surrealista y escenas de un videoclip. Sin duda, junto a Intermezzo, uno de los mangas más sorprendentes del año.
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